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Cuba ha tenido el privilegio de haber hospedado a varios campeones mundiales de ajedrez: Enmanuel Lasker, Bobby Fischer, Anatoli Karpov, Mikhail Tal y, recientemente, a Ruslán Ponomariov. El ucraniano, monarca en 2002, llegó con su cartel de favorito al torneo Capablanca In Memoriam, y lo respaldó, al llevarse el cetro del certamen.
En el evento ajedrecístico que se jugó en el hotel Habana Libre, hablaban o preguntaban por él. «Prefiero estar tranquilo. No quiero la vida de un famoso, esa que hace que te sigan a todos lados», nos comentó, casi al salir de su desayuno, uno de los pocos momentos en los que se le puede abordar, porque luego, se encierra en su habitación durante tres horas, para preparar la partida.
Es su primera vez en el certamen dedicado al genio cubano. «Me llamó la atención el torneo ya que es cerrado. Todos los días juegas contra un buen rival. Es interesante chocar contra jugadores menores que yo. Aprendes algo nuevo del ajedrez. Cada generación tiene su propio estilo», aseguró.
«Quiero agradecer mucho la invitación que me hicieron al torneo. Me gustaría seguir jugando al ajedrez, también volver a Cuba», dijo quien para el ajedrez de la Mayor de las Antillas solo tiene elogios.
«Me acuerdo de que, en el año 2001, en un torneo por equipos salimos campeones, enfrentamos a Cuba. Estaban entre los diez mejores del mundo junto a potencias como Rusia y China. Hoy también cuentan con jugadores buenos, como Carlos Daniel Albornoz. He estado en otros países del Caribe, y muchos no tienen todavía un Gran Maestro. Me sorprende que una nación de 11 millones de habitantes tenga tanto talento», afirmó.
–Hay muchos ajedrecistas que se han declarado admiradores del estilo de juego de Capablanca. ¿Se considera uno?
–Lo estudié cuando niño. Creo que cada persona tiene su estilo y su carácter. Pueden ser parecidos, pero no iguales. Yo aprendí a usar las mejores cosas de cada jugador. De Capablanca me gustaba mucho su manera de jugar los finales.
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